En 2006 Benedicto XVI envió las primeras 7 Missio ad Gentes, formadas por un presbítero y 4-5 familias con hijos, enviadas por petición de los obispos a zonas descristianizadas para fundar comunidades cristianas en medio de los alejados, siguiendo el modelo apostólico.
Estas comunidades, reunidas en casas como las primeras domus ecclesiae, atraen a no bautizados y alejados, convirtiéndose en un “patio de los gentiles” (Benedicto XVI, 2009) y generando frutos de unidad familiar.
Francisco explicó que las missio ad gentes incluyen familias numerosas, un presbítero, un joven y dos hermanas, cuya misión es mostrar la belleza del Evangelio. Hoy, 1.668 familias con 6.000 hijos en 108 países y 216 missio ad gentes en 62 naciones.
Aunque si rodeados de una creación llena de la belleza de su Creador y de sentimientos de amor y generosidad auténticamente humanos, vivimos en un mundo que tantas veces nos sumerge en la negatividad y en la desesperanza al contemplar con horror epidemias y guerras a nivel mundial; corrupción e injusticias a nivel social; separaciones y dolores a nivel familiar; debilidades y contradicciones a nivel personal. Ante tantas calamidades a veces nos preguntamos cuál es el significado de la vida y si vale la pena seguir viviendo y a veces incluso llegamos a dudar de la existencia de un Dios poderoso y misericordioso.
El mundo necesita testigos de la resurrección de Cristo que anuncien con su vida la victoria del amor sobre el odio, de la gracia sobre el pecado, de la vida sobre la muerte. El mundo necesita comunidades cristianas que anuncien con su mutuo amor y perdón que Dios existe y que El es Amor.
Por eso Dios ha querido enviar a través del Papa Francisco a la Arquidiócesis de Osaka una "Missio ad Gentes". La Missio ad Gentes somos un grupo formado de familias y célibes provenientes de distintas partes del mundo que hemos dejado nuestros países de origen y nuestras seguridades materiales y afectivas para anunciar la Vida que estaba escondida en Dios y que se nos ha manifestado en su Hijo Jesucristo (1Jn.).
La Arquidiócesis de Osaka tiene un área de 15 mil kilómetros cuadrados y cuenta con una población de más de 15 millones de personas con menos de 50 mil católicos -la mitad de ellos inmigrantes extranjeros- que serían tan solo el 0.3% y muchos de ellos no practicantes. Para hacerse una idea; en Ecuador existen más de 1300 parroquias para 17 millones de habitantes mientras que en la Arquidiócesis de Osaka solo existen 75 parroquias para una población semejante.
Nosotros no somos todavía una parroquia pero somos ya una presencia de Iglesia. Somos como una pequeña semilla que necesita alimentarse, crecer y producir frutos para hacer visible el amor de Dios a una generación que vive para trabajar en una sociedad extremadamente exigente y que trabaja para sobrevivir en un mundo de soledades asfixiantes.
Imagínate que tienes muchas deudas y necesidades y que sorprendentemente has ganado el gran premio de la lotería pero nadie te lo anuncia y sigues viviendo en la miseria, ignorante de que eres un multimillonario; ¿Te parecería justo que nadie te lo anunciara? Pues más del 99% de la gente en esta parte del mundo todavía no sabe que Dios es su Padre y que los ama; que Jesucristo ha derramado su sangre para perdonar sus pecados y hacerlos herederos de su Reino; que el Espíritu Santo puede habitar en sus corazones haciéndolos partícipes de la Vida divina.
¡Cómo no íbamos a dejarlo todo para anunciar la Buena Noticia! ¡Cómo no estar eternamente agradecidos a Dios por tan generosa misericordia! Dios ha querido también que muchas personas nos acompañen en esta misión ofreciendo sus oraciones y sus recursos, y por eso queremos agradecer de corazón a todos nuestros benefactores asegurando a cada uno de ellos que están siempre en nuestras plegarias y que Dios premiará con creces a todo aquel que participe de una u otra manera en la Evangelización de los pueblos.
Al centro de la vida litúrgica de la Iglesia se encuentra la celebración de la Vigilia Pascual. Nos mueve la completa certeza de que Nuestro Señor Jesucristo verdaderamente nació de la Virgen María tomando nuestra naturaleza humana sometida al poder del pecado y de la muerte para destruir con su muerte y su resurrección al señor de la muerte, es decir, al diablo (Hb 2,13), vendrá de nuevo en su gloria para llevar a cumplimiento la obra de la redención haciendo resurgir a los muertos transformando nuestros cuerpos mortales en cuerpos gloriosos como el suyo (1 Cor. ) Este es el destino maravilloso que Dios ha preparado para los hombres y nosotros somos aquí en la tierra peregrinos y testigos de su Reino.